Reseña

En el espíritu humano nació el amor por las abejas al encontrarlas en la naturaleza, despertando un profundo interés por conocerlas y comprenderlas, incluso sin conocer del importante papel que han desempeñado en la sostenibilidad de la vida vegetal durante el proceso de polinización. Fruto de este interés, hoy en día existe la disciplina denominada apidología, en la que se estudian más de 20 000 especies agrupadas.
La familia de abejas se organiza en colonias y, siguiendo su instinto, resguarda su vida en el interior de la colmena. Con su propia cera construyen panales, en sus celdas crían a sus larvas y almacenan néctar, miel y polen como alimentos indispensables. Sus alvéolos hexagonales rellenos constituyen la dulce atracción para que su cuidador las encuentre, las cuide y participe de estos complejos manjares que gratifican a la vida. La relación establecida entre el instinto de las abejas y el apego del apicultor permite a este último establecer modales de aprecio, sin que las abejas identifiquen a su afanoso aparcero, y, más bien, estimen su cortesía.

Una vez que se reconoce el valor de la polinización que las abejas realizan al visitar las flores —obteniendo a cambio gotas de néctar que transforman en miel para su propio beneficio— el apicultor las traslada cerca de su hogar. Allí, las abejas desarrollan su vida inicialmente en cestos de paja y, más tarde, en colmenas de madera con marcos, donde es relativamente fácil visitarlas y cuidarlas de forma amigable.
Establecido el amor por las abejas, este sentimiento permitió que muchas personas unifiquen sus descubrimientos para metodizarlos de manera técnica en el tan mentado Manual de Apicultura. En esta compilación de conocimientos científicos se valoran sus virtudes, se explica su vida social, el servicio de polinización requerido por las plantas fanerógamas y la calidad de su miel, ofrecida como recompensa. La afición por cuidar abejas alcanza su cúspide en la primera mitad del siglo XIX, entonces las abejas desarrollaban su vida en un vasto espacio natural que les facilitaba una copiosa producción.

Posteriormente, los apicultores, tanto aficionados como industriales, observan el advenimiento de enfermedades, la deforestación, los efectos del cambio climático, los huracanes, las sequías, los incendios, la aparición de extensos monocultivos destinados a la industria alimentaria y el uso indiscriminado de pesticidas que también envenenan a las abejas.
Esta devoción por las abejas y el cuidado del medio ambiente está en franco retroceso, a pesar de los esfuerzos de algunos comprometidos con su conservación. Es momento de que cada ser humano asuma su rol, otorgando a todos los seres vivos los mismos derechos y deberes que reclamamos para nosotros mismos. Es tiempo de cuidar el aire, la tierra y los océanos para que todos los seres vivos participen en una simbiosis armoniosa.
Las bondades de la miel de abeja se quedan cortas; su composición química y biológica sigue siendo en gran parte indescifrable. Lo mismo ocurre con la jalea real, considerada una panacea natural que, al consumirse regularmente, proporciona al ser humano una vida más larga. Toda una vida de contemplación de las colmenas, expuesta en estas letras, constituye una invitación al lector a convertirse en apicultor y llevar a cabo una acción de amor por la naturaleza a través de una actividad que dulcifica la vida y brinda grandes satisfacciones.