Minero de las sombras
Ninguna palabra puede contener la intensidad de lo vivido. Únicamente la poesía recrea el paraíso que en nosotros persiste como una herida que se niega a cicatrizar. Como la certidumbre, no de una época mejor, sino de nuestra caída en el tiempo. La poesía es la herida, la grieta abierta en la espesura del lenguaje, la hendidura en la red de los significados donde nosotros, animales hechos de minu-tos, sangre y esperanzas, bebemos nuestra ración de eternidad.