Violetas del tiempo ido
En un mundo cada vez más veloz, donde la tecnología marca el ritmo de nuestras vidas y deja poco espacio para la contemplación, el libro de Marthita Enith Gavilánez Navarrete se presenta como una pausa necesaria, un acto de resistencia emocional y cultural. Con una prosa impregnada de ternura, evocación y nostalgia, la autora nos invita a mirar hacia atrás, a reconectar con las raíces que nos forjaron y con los recuerdos que conforman nuestra identidad colectiva.
El prólogo, escrito por Luis E. Falconí, ya marca el tono de la obra: melancólico, poético y profundamente humano. A través de sus páginas, desfilan los paisajes y personajes de una provincia que parece suspendida en el tiempo: calles empedradas, casas de adobe, mercados bulliciosos y campanarios que aún resuenan en la memoria. Es un homenaje a la cotidianidad perdida, a la belleza de lo simple y a los afectos que se cultivaban lentamente, al calor del hogar y del café compartido.
La obra no solo recopila memorias y estampas de un tiempo ido, sino que también incluye una serie de poesías que, como flores nacidas del alma, revelan la sensibilidad y autenticidad de su autora. Son versos escritos con emoción y naturalidad, capaces de provocar la risa, la lágrima o el suspiro del lector.
Este libro es, ante todo, un testimonio de amor por la tierra, por sus costumbres y por sus gentes. Un llamado a no olvidar, a detenernos un momento en medio de la prisa moderna para volver a abrazar el valor de lo vivido. Una lectura entrañable que, sin duda, merece visitarse más de una vez.