Reseña

Con sentido de aguda proyección social, Aníbal Buitrón, hace algo más de veinte años, señalaba un milagro de renacimiento cultural en las comunidades de Otavalo, especialmente en el sector indígena. Y su vislumbramiento de realidades posteriores ha tenido total efectivación. El Valle del Amanecer es un conglomerado humano en un área geográfica que todavía hoy, en 1971, hace honor a su título.
Del análisis de los planteamientos descritos en la primera edición de la obra hasta el presente año, deducimos que poco o casi nada ha cambiado en Otavalo. El mercado de productos, de dos décadas a esta parte tiene los mismos escenarios y los indios, en esos ya ancestrales lugares, siguen comerciando. Ha variado la imagen del comprador matinal porque en la plaza de ponchos, en el ollero barrio San Sebastián, el indígena ha encontrado en el turista cupo casi suficiente para entregar sus artesanías.
Se nota la creación de una nueva clase socio-económica basada en la pequeña industria. El indio, con una capacidad superior de asimilación y como lo bosquejara Aníbal Buitrón, ha entrado en los hasta hace poco vedados campos del blanco mestizo y está tomando plena conciencia de su situación real y de su incidencia en la vida de la colectividad. Es importante y halagador ver transformado al indígena rural en un pequeño industrial o comerciante urbano enfrentando al natural complejo proceso de aculturación con sustantivo s rasgos propios y seguro de salir avante porque se sabe y se siente dueño de una cimentación cultural ancestral definida frente a un grupo heterogéneo cultural que forma el sector blanco-mestizo.

La generación descrita en el libro original hoy es ya una generación adulta que ha cumplido, con creces, su compromiso socio - biológico y es la que está señalando a la nueva, a la actual, derroteros claros, positivos que permiten seguir hablando de nuestro Otavalo como “El Valle del Amanecer”.