Reseña

A través de largos años, en el siglo pasado y en todo el país, a manera de plaga bíblica, creció el número de personas que procuraron hacerse de documentos de valor público, para tenerlos en propiedad privada, formando sus propias colecciones –y en casos para venderlos-, saqueando archivos institucionales, especialmente religiosos y municipales; tarea que, transcurridos los años, ni siquiera merece la valoración de sus directos herederos que, de lo primero que se deshacen, a su muerte o incapacidad biológica, es de esos papeles viejos que estorban, huelen mal y no hay dónde ponerlos.

A ellos ha de sumarse el descuido, y en no pocos casos, la ignorancia, de autoridades y funcionarios que tuvieron a cargo la custodia de esos fondos documentales, o, en otros, las, aparentemente válidas, decisiones de seccionar archivos regionales para formar nuevos, incluso de nivel parroquial.

(Casos hay, aunque parezca increíble, de burócratas, con pomposos títulos doctorales, que al hacer evaluaciones en alguna biblioteca y archivo, expresaron el criterio de que todo aquello que tenga más de diez años de editado, carecía ya de valor y debía ser eliminado de los registros bibliográficos, especialmente si se trataba de revistas o periódicos, por tener información obsoleta).

La sumatoria de esas y otras tantas razones entre las que no puede dejar de señalarse las catástrofes naturales o las insurrecciones populares, han determinado que cada vez sea más difícil recuperar una parte vital de la memoria colectiva.

Otavalo a pesar de los esfuerzos realizados, es uno de esos casos. Y grafica más el tema el hecho de que su documento republicano más importante, el decreto de Bolívar que la erigió en ciudad, hace más de cincuenta años, desapareció del archivo municipal, y los herederos de quien o quienes, extraoficialmente se suponía lo podían tener, incluso han muerto y ese papel, ojalá no haya desaparecido entre los botados a la basura o al reciclaje.

No puedo señalar si por descuido o por piratería de algún coleccionista, los textos originales de los periódicos publicados en los primeros cincuenta años del siglo XX, que fueran recolectados, guardados y entregados a una biblioteca institucional de la que era socio, por parte de un olvidado y valioso otavaleño, don José María Chávez Pareja, han desaparecido, casi en su totalidad.

Entre esos documentos, hasta hace no muchos años, todavía se conservaba parte de los originales de los números del periódico “Adelante” que los miembros de la Liga de Cultura “José Vasconcelos”, editaron en los años 1925 y 1926. Hoy, o están traspapelados o, quizá, ya ni siquiera existen en esa biblioteca.