Reseña

Aún a riesgo de molestar al lector con citas que hacen referencia a textos personales, por lo que me anticipo en disculparme, para contextualizar el pensamiento y la obra del doctor Luis A. León Vinueza, es indispensable atar su relación con Otavalo y procurar hacerlo como un rendido homenaje a él y a sus compañeros y amigos que abrieron sendas desde muy temprana edad. Este no es un intento de forzar la relación del doctor León con Otavalo para reivindicar pertencia a un conglomerado local. No. Hacerlo sería, además de parroquiano, pretender circunscribir la obra de un hombre sabio a los limitados confines territoriales de una ciudad. Su obra trasciende cualquier horizonte comarcano y se incluye en la que el país aporta al pensamiento universal.

El lector tendrá la oportunidad de encontrarse con un hombre polifacéticamente sabio de quien, hasta hoy, no se ha dimensionado el valor de su obra, la calidad y la extensión de la misma y, por lo mismo, ha sido relegada. Coincidentemente, el doctor León y su amigo Fernando Chávez, vanconcelos hermanados en la otavaleñidad, y otros ilustres seres humanos de otros lares, corrieron la misma suerte: no fueron apreciadas por sus contemporáneos y las nuevas generaciones han ignorado sus aportes a la cultura nacional a pesar de que siguen hoy tan actuales y tan necesarios para continuar el debate sobre lo que pensaron.

Su seriedad e integralidad cerró las puertas al autoelogio o a la búsqueda de padrinos que los mencionaran y promocionaran como el caso de muchas figuras que, sin el contenido y la sustancia de aquellos, no son sino el resultado de lo que hoy llamaríamos una buena campaña de marketing.