La educación y su evaluación en la sociedad del conocimiento: retos y reflexiones
Las universidades están viviendo una transformación que nadie esperaba. Todo cambia tan rápido que a veces parece imposible seguir el ritmo. La tecnología revolucionó completamente cómo entendemos la educación, trayendo cosas increíbles, pero también desafíos que antes ni imaginábamos.
Hace unos años, los profesores daban clase frente al pizarrón y la biblioteca era el centro del conocimiento. Ahora los estudiantes llegan con celulares más potentes que las computadoras de hace una década, pueden acceder a cualquier información en segundos, y esperan clases tan dinámicas como un video de YouTube. El problema es que muchas universidades siguen funcionando como si fuera 1990.
La competencia tampoco es lo que era. Una universidad local ahora compite con Harvard y MIT ofreciendo cursos online. Esto suena aterrador, pero también abre oportunidades increíbles. Además, más gente quiere estudiar, lo cual es genial para reducir desigualdad, pero significa aulas más llenas y el reto de mantener la calidad.
La tecnología promete soluciones mágicas, pero no basta con poner tablets en las aulas. Si solo digitalizamos las clases aburridas de siempre, seguiremos teniendo clases aburridas, pero ahora en pantalla. La pandemia nos enseñó esto brutalmente cuando profesores tuvieron que dar clases virtuales de un día para otro.
Los estudiantes de hoy son diferentes. Procesan información distinta, tienen tiempos de atención más cortos para lo que no les interesa, pero se concentran por horas en lo que los apasiona. Valoran la flexibilidad y quieren entender para qué sirve lo que aprenden. No se conforman con "porque siempre se ha hecho así".
Las evaluaciones tradicionales ya no sirven. ¿De qué sirve memorizar fórmulas si están en Google? Necesitamos evaluar si saben resolver problemas reales, trabajar en equipo, comunicarse bien y adaptarse. Pero cambiar cómo evaluamos significa cambiar toda la mentalidad de cómo enseñamos.
Los profesores están en una situación particularmente difícil. Se espera que sean investigadores de primer nivel, profesores excelentes, mentores, y que además participen en comités, publiquen y mantengan relaciones con la industria. Es humanamente imposible ser excelente en todo.
Ahora la inteligencia artificial está llegando y va a cambiar todo otra vez. ¿Cómo evaluamos cuando la IA puede escribir ensayos? ¿Cómo mantenemos el pensamiento crítico humano?
Al final, construir la universidad del futuro requiere que todos trabajemos juntos: estudiantes, profesores, directivos y la sociedad. No hay recetas mágicas. Los retos son enormes, pero también las oportunidades. Las universidades que logren adaptarse de manera creativa no solo van a sobrevivir, sino que van a contribuir a construir un mundo mejor para todos.