Reseña

En un tiempo en que el dolor y la alegría son apenas una estadística, un número o un porcentaje de la sobreinformación, la información inmediata, la alienante información, encontrar un joven escritor que salte a la cancha del lado de la ficción resulta siempre un hallazgo de felicidad. Sebastián Chávez no se pone la camiseta de una ficción cualquiera: sus relatos se inscriben dentro de una voluntad consciente hacia aquella ficción que intenta siempre recordar un ingrediente fundamental: la verosimilitud. De allí se desprende una variedad sobria de voces narradoras que construyen relatos mediante una fórmula astuta: sugerir, siempre, una historia cotidiana, algo que bien podría recordarnos a una noticia de periódico o a un relato de conocimiento popular; y lo hace solamente para dejar caer sobre ella, sobre la historia, el imperceptible roce de las primeras gotas del invierno literario que no tardan en modificar por completo el paisaje, sus colores, el atuendo de sus personajes... El autor de este libro nos hace ver a nosotros, los lectores, que en la literatura es posible no hablar de ese mundo de sobreinformación, de información inmediata, de alienante información. Por eso, los personajes de Sebastián abandonan el peso de las rutinas humanas para enfrentarse realmente, en carne, a la muerte, al misterio, a lo inexplicable, al horror, a los milagros. También el amor, este amor, es solo posible en la ficción. Cada ser en este libro transita calles imaginadas, visitan cafés imaginados y beben de la taza de un tiempo que quizás alguna vez existió o que, gracias a la vida, ha existido solo en los libros. El autor sabe, he ahí el valor de estos relatos, que cada acontecimiento ficticio tiene su equivalente simbólico en la realidad. Más de una vez volvemos a este libro para encontrar respuestas a preguntas ni siquiera imaginadas, transitando por el fuerte silencio que rodean a los seres de estos cuentos, un silencio que grita Por todos lados.

Juan Suárez Proaño