Fragilidad de la condición humana: Gabriel Marcel, Viktor Frankl y Elisabeth Kübler-Ross
Aproximación al derecho a una atención integral en el final de la vida
La dimensión normativa de la Ética del cuidado
AGUSTÍN DOMINGO MORATALLA
UIMP-Universidad Valencia
El lector tiene entre sus manos un libro fundamental para entender la historia de la Ética del siglo XX. La profesora Sandra Ruíz nos presenta en estas páginas una reflexión ordenada, básica y clarificadora de tres figuras centrales en la historia de la filosofía moral contemporánea: Gabriel Marcel, Viktor Frankl y Elisabeth Kübler Ross. A diferencia de otras figuras importantes en la teoría ética o la reflexión filosófica, estas tres figuras desempeñan la función de ser referencias determinantes en la práctica de la Filosofía Moral y Política. Aunque ninguno de estos tres personajes haya elaborado o construido un sistema de pensamiento teórico, sus libros, escritos, conferencias y notas desempeñan un papel básico para entender una de las tradiciones de filosofía moral más importantes del siglo XX: la Ética del Cuidado (en adelante EC).
Muchos lectores no entenderán bien la diferencia entre la Ética en general y la EC en particular. La razón es bien sencilla, consideran que la Ética en general o es EC, o no es nada, es decir, que el concepto de “cuidado” está en el centro, la base, el principio y el fundamento de toda Ética. Intuitivamente no se equivocan porque la gente sencilla entiende que la “tarea de cuidar” o “práctica del cuidar” está en el corazón de la Ética. ¿Qué sentido tendría preguntarnos por el bien, el valor, la felicidad o la justicia si no la orientáramos al cuidado? ¿Qué sentido tendría una reflexión filosófica sobre la vida moral si nos desentendiéramos de la fragilidad humana, de la vulnerabilidad de las relaciones sociales y de la instrumentalización de la naturaleza? Cuando respondemos sensatamente a estas preguntas descubrimos que el cuidado ya no es un tema, entre otros, de la Ética. Es el tema central, es decir, el principio y fundamento de la reflexión filosófica y política sobre la vida humana.
Aunque la tradición de filosofía española que arranca Miguel de Unamuno y José Ortega y Gasset no construyeron una teoría ética o sistema moral, ambos coinciden en una categoría que sirve de punto de partida para este trabajo que prologamos. Ambos son pioneros en la necesidad de proponer un nuevo paradigma de racionalidad: la razón vital. El raciovitalismo de Ortega ya esbozado en Unamuno es uno de los precedentes más importantes para entender la centralidad que la EC tiene en una Teoría Ética. Ciertamente, podemos acercarnos a las reflexiones de Marcel, Frankl y Kübler-Ross sin necesidad de conocer el paradigma de la razón vital. Si lo hiciéramos perderíamos una doble oportunidad: por un lado la oportunidad de reconocer las raíces filosóficas más inmediatas de la EC, por otro ignorar la existencia de un aire de familia común en el contexto cultural occidental de que forman parte pensadores de países y procedencias distintas. Unamuno y Ortega no se desentienden de los desafíos del positivismo, el cientificismo, el historicismo y el vitalismo, por eso reivindican un ser humano “de carne y hueso” en el marco de una “razón vital”. Los mismos desafíos los que responde el teatro de Marcel, la logoterapia de Frankl y la vulnerabilidad de Kübler Ross.
Por lo tanto, estamos ante un trabajo valioso e importante para fundamentar en el corazón de la razón vital la propuesta de una EC. Fundamentar no es axiomatizar o “logificar” los argumentos o razones. Fundamentar es dar cuenta y razón de los juicios, razones y argumentos con los que se busca la verdad del conocimiento y la vida humana. Al situar la EC en el corazón de la razón vital, este trabajo bien puede ser calificado como pionero dentro del conjunto de reflexiones que se apropian indebidamente de las éticas del cuidado. Éticas del cuidado hay muchas, y cada vez habrá más. Sin embargo, una EC seria que quiera dar cuenta y razón de sus propuestas hay muy pocas. Por eso estamos ante uno de los pocos trabajos donde hay una clara voluntad de fundamentación filosófica y normativa de la EC. Este horizonte de la razón vital proporciona una solidez y un fundamento a la EC que no tienen otras reflexiones más intuitivas, emocionales y epidérmicas.
Nunca cuidamos sólo una herida, una enfermedad, un trauma, un duelo o una dolencia. La herida, la enfermedad, el trauma, el duelo o la dolencia siempre son de una persona de carne y hueso, de un ser humano que es inseparablemente mente y cerebro, emoción y razón, corazón y cabeza, cuerpo y alma. Cuando la EC se olvida de la conjunción copulativa del “y” propio de estas expresiones se descuida y desatiende el imperativo de la responsabilidad. Esta conexión es la que funda el vínculo y obligación donde hunde sus sólidas raíces el cuidado. A esta conexión originaria llamamos experiencia básica del cuidado. La rutinización, burocratización, digitalización o articulación legal de los cuidados no siempre hace memoria de este vínculo originario, unitivo y experiencial de la razón vital. De nada nos valen las luchas sociales para el reconocimiento del derechos a unos cuidados básicos, universales y garantizados si no mantenemos la memoria de esta experiencia originaria donde razón y vida se hacen uno, donde la vida se hace “humana” y donde la convivencia se humaniza.
Estas páginas reivindican un cuidado auténtico porque no se limitan a buscar categorías con las que construir una filosofía del cuidado. El cuidado auténtico está necesitando una clarificación y por ello han surgido las éticas del cuidado. Sin embargo, el camino de la clarificación es un itinerario de ida y vuelta. A diferencia de otros trabajos sobre la EC donde se llega a la clarificación filosófica desde la experiencia de cuidar, el trabajo de la profesora Ruíz promueve el doble itinerario: un itinerario de ida donde la experiencia de cuidar necesita ser pensada y clarificada por la ética del cuidado, un itinerario de vuelta donde la reflexión filosófica tiene que pasar por la prueba de la experiencia, la herida, la enfermedad, el trauma, la dolencia o el duelo. No estamos sólo ante un libro de “moral pensada” sino ante un libro de “moral vivida”. De nada valdría una fundamentación filosófica del cuidado si sólo sacamos el billete de ida hacia el cielo de la clarificación normativa. Este libro viene con billete de ida y vuelta. Por eso, a diferencia de otras fundamentaciones que se mantienen en el terreno conceptual, esta solo se entiende cuando se retorna a la vida, cuando la vida pensada se transforma en vida sentida y consentida.
A primera vista, el libro parece sólo una presentación de tres modelos de ética del cuidado desde tradiciones diferentes. Marcel representa la tradición del personalismo francés que hace frente al materialismo y cientificismo de principios de siglo. Frankl representa la irrupción de una nueva forma de entender la medicina y la psiquiatría después de Auschwitz. Kübler representa un horizonte innovador para los profesionales del cuidado cuando se enfrentan a la muerte como fase importante de la vida. Aparentemente son autores y temáticas diferentes. Sin embargo, a medida que uno conoce de cerca de estos tres personajes descubre que no son simples pensadores, filosófos o teóricos de los cuidados. Los tres comparten el principio y fundamento de la EC: una fenomenología de la vulnerabilidad para reivindican la urgencia del hombre capaz. Este análisis y clarificación de la vulnerabilidad no nos sumerge en la impotencia, frustración, desánimo y enfermedad. Por el contrario, se trata de un análisis o reflexión para descubrir, conocer y articular la vida humana como fuente de posibilidades, y la vida del ser humano de carne y hueso como “homo capax”. La vulnerabilidad del cuerpo, la finitud, el sufrimiento, el consuelo y el sentido tienen que ser leídos en clave de capacitación, es decir, en clave de apropiación de posibilidades que la vida (nos) ofrece.
La profesora Ruiz hace esta fenomenología desde su propia experiencia como auxiliar de enfermería, enfermera, cuidadora y voluntaria. Con ello el trabajo adquiere un valor añadido que no encontrará nadie en otros libros sobre el cuidar. Quienes busquen una fundamentación normativa ajena a la vida que cojan otros libros y no sigan con este. Estamos ante una fundamentación normativa de los cuidados para lectores que no se desentienden del vivir y del cuidar. Las bibliotecas y la red están llenas de fundamentaciones normativas del cuidado instaladas en el derecho positivo, en los códigos jurídicos y en las normas administrativas. Esas fundamentaciones acartonadas, almidonadas y apolilladas no generan vida ni estimulan a los estudiantes o lectores para que apuesten por la vida, mantengan la vida, generen vida y multipliquen las oportunidades construir vidas cuidadas. El valor de esta fundamentación normativa está en su fortaleza antropológica para no descuidarse de las dos caras de la vida pensada: la vida biológica y la vida biográfica.
Estas páginas se leen con más atención y cuidado al conocer la trayectoria biológica y biográfica de su autora. No sólo están llenas de sangre, sudor y lágrimas. También están llenas de ánimo, ilusión y entusiasmo. Resulta muy difícil saber en qué dosis están todos y cada uno de los elementos en esta fundamentación normativa de los cuidados porque los escritores siempre tenemos encima la espada de Damocles del estilo que nos impide decir todo lo que pensamos, pensar todo lo que decimos, sentir todo lo que escribimos y escribir todo lo que sentimos. Y si a ello añadimos el pánico a que la imprenta proporcione altavoces a nuestros susurros, entonces resulta que un libro no se compone únicamente de las líneas, párrafos, páginas y cuadernillos con los que el editor presenta en sociedad nuestras reflexiones.
Esto significa que estas páginas que el lector tiene entre sus manos son una pequeña parte en la vida de su autora. A Sandra le pasará como a todos los que padecemos la gozosa enfermedad de la escritura, que se creerá que el libro se entiende mejor junto a su autor. Por ello no se cansará de compartirlo con sus alumnos o compañeros, y creerá que estas páginas tendrán que ser siempre traducidas e interpretadas por su autora. Sin embargo, querida Sandra, estas páginas y este libro tendrán su vida propia. Una vez que el libro salga de la imprenta querrá emanciparse de su autor y volar con libertad, lo que significa volar sin las cadenas que le ponemos cada vez que decimos cómo lo escribimos, por qué lo escribimos, para qué lo preparamos o con qué intención lo editamos.
En cualquier caso, estamos ante un trabajo extraordinario que sienta las bases para una EC. Con ello incide en una dimensión normativa que es básica para construir y promover con inteligencia una sociedad de los cuidados. A diferencia de otros trabajos sobre la EC, este de la profesora Ruiz promueve una “ética del buen cuidado” al plantear esta tradición moral no sólo vinculada a la Ética de la Justicia, sino enraizando ambas en la ética de la responsabilidad. El buen cuidado exige que los profesionales se hagan cargo, que carguen con, que se encarguen de y, sobre todo, que no descuiden la urgente tarea del cuidar. Como propuesta e invitación para construir una ética del buen cuidado, este libro está llamado a convertirse en una referencia fundamental en las éticas del siglo XXI. Ha elegido tres autores importantes del siglo XX para entrar con buen pie en el siglo XXI.
Antes de empezar con el primer capítulo de este libro permítanme agradecer a su autora la oportunidad de compartir con ustedes un texto de Frankl que recoge bien la necesidad de una ética de la responsabilidad y del buen cuidar:
“Vivimos en una época caracterizada por un sentimiento de falta de sentido. En esta nuestra época la educación ha de poner el máximo empeño no solo en proporcionar ciencia, sino también en afinar la conciencia, de modo que el hombre sea lo bastante perspicaz para interpretar la exigencia inherente a cada una de sus situaciones particulares… solo una conciencia despierta y vigilante puede hacerle “resistente” de tal modo que ni se abandone al conformismo ni se doblegue al totalitarismo. Así pues, hoy más que nunca la educación es educación a la responsabilidad. Vivimos en una sociedad de abundancia, pero esta abundancia no lo es solo de bienes materiales, es también una abundancia de información, una explosión informativa…Si el hombre en medio de todo este torbellino de estímulos quiere sobrevivir y resistir a los medios de comunicación de masas debe saber qué es o no lo importante, qué es o no lo fundamental; en una palabra, qué es lo que tiene sentido y qué es lo que no lo tiene.”