Caminos amados de dos compadres peleados Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa
Este libro contiene ambas caras de un solo espejo. La primera refleja una reacción literaria, propia de la escritura del autor, traducida en el ensayo sobre la obra de Gabriel García Márquez. Esta cara es a la vez seria, mamagallista e irreverente. Como si se tratase de deseos que se iban quedando al lado del escritorio del autor y que se empujaban por tener un lugar en el presente ensayo. El resultado de ello fue sorprendente, porque parecía un mercado popular, producto de la lectura entusiasta de ciertas obras de Mario Vargas Llosa.
El primer recorrido en el texto es un destello modosito de la segunda parte del libro. El efecto puede hasta molestar y hacer patalear en sus asientos a los lectores bien formales. Leído el ensayo se comprenderá que los dos compadres habían caminado juntos, enfundados herméticamente en su utopía revolucionaria y ligados, fidedignamente, al pisotón de Fidel Castro, al dedo gordo del «gigante de las siete leguas».
Pero, como la dicha no es eterna y el amor más fraterno y unitario se desbaratan desde sus bases ideológicas; los dos amigos iniciales de la lucha armada, se disgustaron y se pelearon tan radicalmente que el Gabo se murió sin decir ni mu; Varguitas, por su parte, balbuceó algo y sigue tan campante defendiendo corajudo un liberalismo muy bien cimentado, hasta el punto que, en Tiempos recios, su más reciente novela cuenta un craso error de los Estados Unidos: haber derrocado al gobierno guatemalteco de Jacobo Árbenz, acusándolo injustamente de comunista. Vargas Llosa no tuvo empacho de criticar abiertamente a EE.UU. El Gabo, por su parte, idolatraba la figura de Castro y se hacía el de la vista gorda con la contaminación estalinista. De ahí que en este ensayo se revelan sus últimos movimientos diplomáticos y la crisis de conciencia para evitar la confrontación con una revolución varada y unas distopías que en el presente terminan pareciéndose cada vez más a pesadillas.