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ISBN 978-9942-38-604-5

El árbol perfecto. Uno de los dos. Los gusanitos y el bosque
Teatro infantil & juvenil

Autor:Gaibor Maldonado, Hernán Vicente
Colaboradores:
Universidad Tecnológica Israel (Coordinador Editorial)
Baldeón Egas, Paúl Francisco (Director del equipo editorial)
Editorial:Gaibor Maldonado, Hernán Vicente
Materia:Teatro ecuatoriano
Público objetivo:Infantil / Juvenil
Publicado:2020-10-12
Número de edición:1
Número de páginas:61
Tamaño:18x25cm.
Encuadernación:Tapa blanda o rústica
Soporte:Impreso
Idioma:Español

Reseña

A Hernán Gaibor Maldonado, presidente de la Corporación de Artes Escénicas, es de esas personas que dedican su vida a los mejores empeños, siempre en función de la solidaridad y servicio para con sus semejantes y, en su caso específico, en bien de la cultura y del desarrollo integral de los niños y jóvenes del país.

Preocupación de Gaibor Maldonado es la carencia de obras teatrales para niños y jóvenes en el escenario nacional. De conformidad con sus investigaciones, apenas se cuenta con un total de 9 obras de esa índole a lo largo del siglo XX y principios del XXI ecuatorianos y, en el mismo
lapso (cien años), con 8 autores que se hayan preocupado del género.

A fin de superar ese vacío, Hernán Gaibor se ha dedicado a escribir piezas teatrales dedicadas al público infantil y adolescente. Ha puesto en ello su amor por el teatro, su vocación educativa y su profundo comprometimiento con los valores éticos y humanísticos de que tanta falta adolece la sociedad contemporánea, en el país y en el mundo.
Entre las referidas obras, ha escrito recientemente El árbol perfecto y Uno de los dos. Ambas constan en el presente volumen, en el cual se ha añadido una breve pieza titulada Los gusanitos y el bosque.

Siempre se ha dicho que las mejores piezas dramáticas nacen de la pluma de autores profundamente involucrados en la actividad teatral, es decir, que conocen en carne viva el mundo de la escena, la idiosincrasia de los actores, la presencia del público, todos los detalles íntimos que solo emergen en el proceso de montaje y escenificación final de la obra. Sin duda, hay o debe haber prestigiosas excepciones, pero lo anterior explica el dinamismo que ha traspasado las edades y la frescura vigente aún hoy de obras de dramaturgos incontrastablemente unidos a la actividad teatral como Moliére, Shakespeare, Brecht, Chejov, Fo, O ́Neill y tantos
otros.

En las piezas que integran este volumen, Hernán Gaibor pone en juego sus amplios conocimientos del juego teatral, lo que se traduce en la vivacidad de los parlamentos la dinámica que propone para el desplazamiento y el ir y venir de los personajes, tanto como la tensión y ritmo que van desenvolviéndose hasta llegar al desenlace. Al mismo
tiempo, no pierde de vista la sensibilidad del público para el que escribe, circunstancia que impone un nivel acentuadamente lúdico y la posibilidad de infiltrar, vía la experiencia teatral y de manera subliminal, sin pontificar ni aleccionar, valores como la solidaridad, la honestidad, la ayuda mutua entre los personajes, el amor a la naturaleza, el compartir
los bienes; en fin, conceptos y experiencias en procura de un mañana mejor a través de quienes, niños y adolescentes, son los adultos del futuro.

En El árbol perfecto, los temas que subyacen son, en efecto, la preservación de la naturaleza y su utilización racional y compartida, junto con un sentimiento de admiración hacia la belleza del mundo. A la vez, si bien los personajes se yuxtaponen a un poder omnímodo, pueden, mediante la constatación racional y civilizada de la realidad, cambiar la
omnipotencia y llevarla a un estadio de comprensión y tolerancia. En el fondo, el poder como imposición arbitraria e injusta no conduce a nada, sino el diálogo y la libre circulación de las ideas. Todo ello, en un juego de colores y diálogos muy apropiados para la sensibilidad infantil.

En Uno de los dos se produce una temática semejante. Igualmente, el poder que aparece desde un principio como enemigo, amenazante y hostil, logra ser conjurado cuando los dos personajes protagonistas inquieren en la realidad de aquel a quien temen y alcanzan su humanización y transformación en su contrario: la comprensión, la amistad.

En las dos piezas, al igual que en la última, Los gusanitos y el bosque, el esfuerzo compartido solidariamente logrará siempre el objetivo común y conjurará cualesquiera amenazas. Una experiencia que en los tiempos que vivimos parece ser más que nunca necesaria.

Ojalá que su aporte lleve a otros autores a interesarse más en la creación de obras destinadas a un público tan respetable y exigente como son nuestros niños y jóvenes, enriqueciendo de la mejor manera, como lo hace ahora Hernán Gaibor Maldonado, el teatro nacional.

EMBAJADOR FRANCISCO PROAÑO ARANDI
Miembro de Número Academia Ecuatoriana de la Lengua.
Correspondiente a la Real Española

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