Cántaro Febril
Poesía
Cuando Winston Cedeño nos dice en el poema “Raíces”: “fluyen
mansos peces y agitados bajeles por mi sangre” y cuidando la riqueza
del lenguaje, prosigue: “Una canción de cuna / afinó las cuerdas de
mi alma / y una mano ancha/ me enseñó a peinar la tierra”, creo que
se ha concretado el poema. Luego en el poema “Neurosis”, de fuerza
introspectiva, un viaje hacia las comarcas de su espíritu y
posiblemente de una vida en conflicto, donde la soledad coloca todos
los días sus banderas, Cedeño logra realizar versos en cause abierto:
“Me ahorcan las ventanas cerradas/me acorralan puertas y paredes,/
me ardo en el fuego de mi propia tea/y me peleo con esta soledad a
cuestas/para lanzarme en la noche/ a comprar una ración de ternura;
a no dudar se ratifica al poeta, porque ciertamente esta es la
responsabilidad del escritor: ser un auténtico creador, sobre todo en
la hora que el público de lectores, saturado por un lado de poesía, se
refugia en las páginas de la novela de nuestros tiempos. La única
alternativa es llegar a ser un buen poeta, trabajando todos los días,
colocando sobre la mesa las herramientas como un buen carpintero o
como un tejedor de alfombras.