Transiciones bioculturales en territorios marino-costeros de Latinoamérica
no es decir mucho. El ser humano siempre ha estado sujeto
a todo tipo de variaciones. Lo que está en el centro del
debate actualmente son las transiciones hacia modelos civilizatorios
más respetuosos con las diferentes formas de vida.
La crisis social y ambiental a nivel planetario que enfrentamos
está suscitando consistentes críticas hacia los procesos de
globalización de impronta extractivista, basados en una concepción
antropocéntrica de la existencia que inspira no solo un
modelo de desarrollo insostenible, sino también, y acaso esto
sea lo más relevante, una versión dominante de entender el
mundo, es decir, una forma de pensar, sentir y actuar. Por eso,
los discursos de transición más avanzados abordan la sostenibilidad
en el contexto de una tensión entre distintas versiones
de la globalización, diferentes racionalidades y epistemologías
de la naturaleza (De Sousa, 2011; Escobar, 2021; Leff, 2012;
Ribeiro, 2009). En este sentido, el antropólogo Arturo Escobar
propone superar los imaginarios del desarrollo imperantes a
partir del cuestionamiento de las categorías dominantes (como
crecimiento y competencia, etc.) para llegar a una nueva comprensión
del fundamento de la vida basada, por una parte, en
la pluriversalidad: un mundo en el que puedan convivir diversas
visiones del mismo, diferentes formas de entender la vida;
y, por otra parte, en la relacionalidad o conciencia profunda de
interdependencia fundamental entre todo lo que existe (Escobar,
2021; Khotari et al, 2021).
El desafío fundamental gira, por tanto, en torno a la transición
de un modelo civilizatorio cimentado en una concepción
antropocéntrica, hacia otro de inspiración biocéntrica en el que
la superposición de territorialidades pueda reorientarse fructíferamente
(Crespo y Jiménez, 2022). Las reacciones proceden
tanto del Norte Global como del Sur Global, incluso, podemos
encontrar respuestas cada vez más entrelazadas entre actores
y agentes de ambos espacios geopolíticos. En Latinoamérica
los pueblos indígenas y comunidades campesinas se están integrando
en amplias redes Norte-Sur de cooperación para la
conservación de la biodiversidad y la defensa de sus territorios
de vida, revitalizando con sus conocimientos y practicas el diálogo
de saberes.