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ISBN 978-9942-34-099-3

Memorias del cantón Carlos Julio Arosemena Tola
Reseña histórica y cultural

Autor:Robalino Calderón, Lucas Rodolfo
Editorial:Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión
Materia:Cultura e instituciones
Público objetivo:General
Publicado:2023-08-07
Número de edición:1
Número de páginas:156
Tamaño:20x20cm.
Precio:$10
Encuadernación:Tapa blanda o rústica
Soporte:Impreso
Idioma:Español

Reseña

Tsatsayaku —‘mezcla de arena y agua’, ‘arena fina del agua’— es la denominación kichwa con que los pobladores originarios, hermanos kichwakuna, de la nacionalidad indígena zápara o kichwa amazónicos, designan a este lado de las tierras amazónicas del ‘país de la canela’, hasta que en la década del cincuenta ingresan los primeros colonizadores mestizos en busca de tierras baldías.
La necesidad de crecer como pueblo en pos del desarrollo, hace que sus habitantes busquen con afán elevar a la categoría de parroquia al pueblito de Tsatsayaku y se lo hace con el nombre de Carlos Julio Arosemena Tola, en honor al padre del presidente Carlos Julio Arosemena Monrroy, quien en visita a Tsatsayaku ofreció parroquializar a este recinto, considerando que Tsatsayaku disponía de parámetros económicos, geográficos y de una vasta riqueza agrícola, así como de recursos naturales que propiciarían una organización político-social propia de una parroquia.
Tiempo después, Carlos Julio Arosemena Tola inicia sus trámites para alcanzar la cantonización en agosto de 1998, tras varios años de gestión.
Este nuevo cantón, el quinto en la región, desplegado en una superficie de 502 km2, tiene una vasta cultura en la que se fusionan dos mundos en busca de una misma identidad: el pueblo originario y el pueblo mestizo.
La sacha mama donde se asienta el pueblo originario de Tsatsayaku posee las entradas a la cordillera del Llankanati y la cordillera Las Puntas, por ello, guarda un caudal histórico que alberga el mito de los tesoros del Llankanati y sus leyendas, fastuosos lugares que nos permiten el regocijo pleno con la selva madre.
Existen también, en alguos sitios del cantón, piedras grabadas, petroglifos que dan cuenta de un tiempo prehistórico remoto, de cuyos dueños no queda memoria, más que la impronta sellada en la superficie rocosa de un arte rupestre que ‘registra rastros de actividad humana antigua’. Esta escritura es el punto de partida para entender la ‘cultura material y espiritual de los pueblos antiguos’; es el rastro escondido, en la ‘arena fina del agua’, de ‘la vida de los pueblos, sus creencias e ideas del mundo’.
Tsatsayaku, C.J. Arosemena Tola, tiene el registro de este tramo de nuestra propia historia.

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