Reseña

Este libro es el último de una trilogía que hace ya muchos años -tantos, hasta tal punto que no puedo precisarlos-, me propuse preparar utilizando la técnica literaria del montaje, en la que, por sus características, “únicamente hablan los documentos”. Tenía el vano afán de combatir negligencias y falsos conceptos. De lograr algunas rectificaciones. Múltiples actividades personales me impusieron la inevitable y frecuente postergación de ese proyecto. El primer tomo -Diccionario de El Quijote- fue publicado el año 2003, y el segundo -Alfarero de repúblicas, Ideario de Simón Bolívar-, el año 2019. Me ha interesado ante todo, sin la interferencia de mi opinión -subjetiva como todas-, estimular la participación activa, consciente y crítica del lector, a fin de que, después de la lectura, pueda llegar a sus propias conclusiones. Un Juan Montalvo por él mismo, explicado e interpretado por mí, sería inaceptable.

Juan Montalvo, a pesar de que “es sin contradicción posible”, según la opinión de Benjamín Carrión, “la primera figura de nuestra historia literaria”, es apenas leído en el Ecuador. Especialmente por los jóvenes. Los libros que escribió son mal y escasamente publicados y difundidos. En realidad, es en gran medida un desconocido y, con el transcurso del tiempo, y la indiferencia que demostramos hacia nuestro pasado y sus personajes más destacados, su obra ha sido reducida a un número mínimo de tópicos. Únicamente algunas de sus frases, convertidas en lugares comunes, sin el conocimiento de su origen y de su contenido, fuera de su contexto, son citadas en los discursos de actos políticos o académicos, o de celebraciones cívicas. Los estereotipos han terminado prevaleciendo y han logrado imponer una imagen falsa y superficial, distorsionada y manipulada, de su vida y de su obra.

He leído a Juan Montalvo, a lo largo de los años, desde mi adolescencia. Es un autor innegablemente autobiográfico. Aún en escritos en los que no se refiere en forma concreta a sí mismo, recreando los hechos y camuflando los sentimientos, es evidente que medita a partir de sus más sentidas experiencias. Algunos, como Carta de un padre joven, El descomulgado y Geometría moral, por ejemplo, que el ensayista ambateño, en el primer caso, calificó de “novelilla” de “manera de ejecución enteramente literaria”, son, con seguridad, autobiográficos. Esa afirmación me causó la mayor duda cuando comencé a elaborar esta recopilación. ¿Qué textos, me preguntaba, deberían ser incluidos? ¿Cuáles deberían ser excluidos? ¿Hasta dónde llega lo autobiográfico? ¿Qué contenidos son sólo ficción? No es posible dar una respuesta concluyente. En consecuencia, llegué al fin a una decisión que no deja de ser discutible y polémica: no tenerlos en cuenta.

En este libro he recopilado los textos en los que Juan Montalvo habla con certeza sobre sí mismo. Tengo la convicción de que su lectura y el ejemplo de su vida, en los sórdidos, violentos y dolorosos tiempos que padecemos, son más necesarios que nunca: los males contra los que luchó en la soledad y el destierro -la violación de las leyes, los abusos del poder, el autoritarismo, la falta de instrucción de los ciudadanos, la degeneración de nuestro idioma (hoy bastardeado en todos los niveles y sectores), la epidemia de corrupción que nos azota y destruye, la mediocridad, la mentira y el servilismo- siguen imperando, y los principios y valores que defendió y practicó -entre otros, la conquista de la libertad y la búsqueda de la justicia, la honestidad y la verdad, el honor y la dignidad-, esenciales para la existencia ordenada y fecunda de toda sociedad, han sido relegados. Es un escritor para estos días, su imagen tiene perfiles paradigmáticos y, según podrá comprobar el lector, muchas de sus opiniones siguen en vigencia todavía.