Política de Igualdad - Equidad de Género
Cuando los sabios griegos dialogaban de la vida humana, sobre “conocerse a
sí mismos”, vislumbraban que el ser humano es ético por naturaleza, y para
Sócrates la verdad se identifica con el obrar bien, por tanto, quien conoce
lo recto (la verdad) actuará con rectitud, quien no la conoce (ignorancia) los
llevará a hacer el mal. Hay muchas cosas que se tendría que escribir para
argumentar y recrear estas afirmaciones para nuestros días, no es el momento
en esta presentación. Interesa conocer la verdad, tener buena sindéresis,
para saber discernir, en este mundo multidiverso y globalizado, lo que más
se corresponde a la dignidad humana. Y, sobre todo, en un mundo de relaciones,
encontrar un nuevo lenguaje, una nueva ética, un nuevo pacto social
que ayude a la convivencia humana desde su propia dignidad.
El problema es si estamos preparados para aceptar un nuevo lenguaje; por un
lado, la pandemia y la postpandemia ha demostrado, una vez más, que lo que
hacemos como sociedad humana civilizada, “deja mucho que desear”, el cuidado
entre los seres humanos y la naturaleza es casi inexistente, sus relaciones son
de un carácter depredador, y, por otro lado, todavía no somos capaces de entender
la economía, desde una mirada humana, como la administración eficaz
y razonable de los bienes o, como su raíz griega lo indica: saber gestionar nuestra
casa, agregaríamos nuestro mundo. De aquí parte nuestro egoísmo, nuestro
“pecado”, nuestro acaparamiento, nuestra mesa llena de desigualdades… Pero
paradójicamente también parte nuestra indignación que grita por la no violencia,
por la justicia, por una economía ordenada, responsable y justa, por una
igualdad y equidad de género, por la verdad, la inclusión y la tolerancia.
En este documento de igualdad – equidad de género podemos encontrar ese
nuevo lenguaje a partir de nuestro fundamento de Educación Popular y desde
la espiritualidad transformadora que basa su actuar en la transformación
de las estructuras sociales injustas a través de la educación (Freire, 1970),
que enseña a mirar el contexto de manera crítica para descubrir los mecanismos
que generan injusticia y comprometerse con su transformación. En este
sentido, el enfoque de género brinda un espacio para tomar conciencia de las
desigualdades y desenmascara la cultura machista y patriarcal que vivimos,
espacio para desaprender y empoderarse de una nueva historia, de una nueva
cultura cuyo fundamento sea la igualdad y la solidaridad, donde todas y
todos puedan tener rostro para mirarse como hermanas y hermanos.
Este nuevo lenguaje no puede estar separado de la esperanza que alimenta
nuestra reflexión cotidiana de transformar nuestras propias creencias y prácticas
que reproducen exclusión e inequidad, como lo dice el documento, que
además de darnos un nuevo enfoque que recrea la Educación Popular, nos da
un horizonte “a fin de transitar hacia una convivencia enmarcada en el cuidado,
la ternura, el reconocimiento y acogida de la vida humana”.