Aventuras sin patines
Cada persona tiene historias que contar: unas serán alegres, otras fantásticas, existirán múltiples tristes y melancólicas, mientras que otras serán torpes, groseras, ridículas o graciosas. Muchas de estas historias las hemos escuchado de los labios de nuestros abuelos, nuestros padres, algún vecino jocoso o de amigos insurrectos. Con el paso del tiempo, estos relatos se van perdiendo sin quedar impregnados en un modesto papel y sin dejar huella con tinta sabor a melancolía.
Espero que por medio de estas letras los sucesos de una época no perezcan para siempre. Ni aun el más fuerte y aguerrido grito puede prevalecer eterno. Quienes se sumerjan en estas páginas rememorarán tiempos ya pasados, olvidados, pero no sepultados. Del viejo baúl saldrá una caterva de hazañas, anécdotas, irresponsabilidades frecuentes y güevadas. Algunos se desesperarán por contarlas, mientras que otros se ruborizarán, callarán y sonreirán con picardía. Siendo este el caso, y sin mayor preámbulo, comparto las mías