La universidad y la investigación en el Siglo XXI
A la universidad se le adjudican tres misiones esenciales. La enseñanza (o sea, producir licenciados o profesionales) es la más notoria y manifiesta de todas; tanto que la inmensa mayoría de sus recursos están dedicados a esa misión. Pero también tiene otra misión: la búsqueda y creación de conocimientos: la universidad es el sitio donde se produce el saber humano. Y, por último, tercera misión, debe relacionarse con su entorno social, entorno del cual nación, en el cual vive y del cual depende; a esta última misión comúnmente la llaman “extensión”, y las universidades la cubren prestando servicios a las comunidades que la rodean (servicios vinculados a sus facultades: médicos, jurídicos, técnicos), pero también la investigación sobre problemas de su medio, local o nacional, que diagnostica y plantea soluciones, es parte importantísima de esa relación universidad-entorno.
Estas tres misiones u objetivos están inscritas en las leyes y demás textos que rigen y definen a estas instituciones. También se nombra a veces una cuarta misión: la de transmitir el saber. Sin embargo, la transmisión del conocimiento está implícita en el acto de la enseñanza y en la acción de la investigación (cuyo ciclo completo supone la publicación de los resultados).
Algunos de estos documentos incluso colocan en primer lugar la investigación, visualizando a la universidad esencialmente como institución que busca y crea conocimiento.
Y es que la investigación es una necesidad vital para la sociedad, que espera que la universidad enfrente esa problemática; la sociedad, bien sea a nivel local o nacional, confía en que la universidad identifique y diagnostique los problemas que atraviesa y que prescriba las soluciones a dichos problemas.
Como todos sabemos, hoy en día el conocimiento está nítidamente vinculado a la eficiencia de la sociedad en casi todos los órdenes; incluso el nivel de conocimiento que produce y utiliza una sociedad define los límites a sus posibilidades de desarrollo socio-económico. Como ejemplo tenemos los dramáticos llamados de la Unesco para enfrentar con urgencia el retraso de los países más pobres de África en cuanto a tecnologías de informática y comunicación (TIC), retraso que se expresa en una brecha que crece día a día, y que amenaza con condenar el futuro del continente donde comenzó el homo sapiens su carrera vital como especie.
En todo caso, el conocimiento y el desarrollo socioeconómico están íntimamente ligadas en estos tiempos. No es posible el crecimiento económico sin conocimiento. Y continuamente las TIC lanzan a la calle tecnologías que se masifican con rapidez y cambian muchos aspectos de la vida cotidiana. O redefinen sectores enteros de la economía en el mundo, incluso haciendo caducos algunos respetables y antiguos oficios. La investigación, o al menos sus resultados, ya no está tan lejos de la vida de cualquiera persona común y corriente en el planeta. A esta situación se le ha bautizado con el nombre de “Sociedad del Conocimiento”. Cierto que, en general, el tipo de conocimiento que prefiere esa “sociedad” subestima las investigaciones sociales enfocándose en las que producen tecnologías, este aspecto lo analizaremos después, por ahora constatemos que el saber se ha convertido en una forma de poder.
La universidad, pues, además de producir profesionales, tiene un deber y un fuerte compromiso con la producción de saber y con su entorno. O sea, con la investigación.
De esos temas trataremos en el presente texto. Haremos énfasis en la visión latinoamericana. La universidad latinoamericana, al igual que la universidad italiana o portuguesa, es lo que algunos han llamado una universidad “masiva” para contraponerla a la elitista universidad anglosajona. Realmente no fue la universidad la que eligió autónomamente un modelo determinado, fue la sociedad la que se desarrolló de una forma concreta y desplegó un tipo de universidad específica. También es la sociedad la que, a través de sus parámetros político-sociales, determina los porcentajes del PIB que se dedican a la investigación, y, lamentablemente, en ese parámetro las sociedades latinoamericanas no están en la punta.