Familias troncales: Los Cisneros (II)
Los antepasados son como un aluvión: caen en resacas interminables.
15.000 hombres y mujeres de la época de la conquista, muestran los más abigarrados matices. Están ahí la violencia y la ternura, el poder y el yugo, el bofetón y la caricia. Por eso, en nosotros los americanos, bulle la rebeldia con la agresividad y una pasividad a veces peligrosa.
En el tronco de los Cisneros -via Bustamante, Velásquez y Terán- se levanta la figura de uno de los grandes troncos de nuestro mestizaje: Sebastián de Benalcazar. Burdo y mujeriego, manipulador y ambicioso, buen padre y mal amante, colonizador infatigable. Su imagen es, simplemente, el reflejo más nítido de un hombre del siglo XVI.
No deja de llamar la atención que dos Universidades fueron fundadas por Cisneros: la de Alcalá de Henares, por el cardenal Cisneros, dos veces regente de España; y, la de Otavalo, por Plutarco Cisneros Andrade.
La coincidencia resulta feliz: crear estas instituciones generadoras de cultura es de los mayores logros que caben en las neuronas humanas.
Quizás las dos vivencias constituyen los dos extremos de un puente cultural que nació en el viejo mundo y se afincó en el nuevo.
El viejo es parte de nuestro mapa genético. El nuevo nos pertenece en su totalidad.